La Revolución Francesa y la Revolución
Industrial marcaron, en todos los sentidos, el devenir de la
Historia del mundo occidental.
En la sociedad, ambas tuvieron una
consecuencia clara: la sencillez era la línea a seguir en todos
los sentidos para señalar la amplia distancia que separaba las
nuevas costumbres de los antiguos excesos de la Corte.
Así, las grandes pelucas y los
abalorios de fantasía quedaron relegados por un largo periodo
de tiempo.
El siglo XIX marca con claridad el
triunfo del capitalismo, el aumento de la población y las
mejoras higiénicas, lo cual condujo a la creación de nuevas
profesiones que jamás antes habían existido lejos de palacio.
Aparecieron así los peluqueros, que trabajaban
sobretodo a domicilio cuando lo hacían con la burguesía,
desplazándose a trabajar al hogar de las clientas. Se asentó
definitivamente el oficio, el de expertos en cabello que lavaban y
sobretodo peinaban a grupos de clientas a cambio de una
remuneración económica; a diferencia de los antiguos peluqueros
de la Corte que solían ser doncellas u otros sirvientes que
aprendieron la profesión o bien artesanos o sastres que
confeccionaban pelucas.
Los caballeros sin embargo, cortaban su cabello
en el barbero, sin decidirse todavía a ponerse en manos de
los estilistas que trataban a las señoras.
Las mujeres de las clases sociales más
humildes empezaron a trabajar en fábricas y en algunos oficios
artesanales, buscando lo más sencillo y práctico sujetaban sus
cabellos, sobretodo en moños, que empezó a considerarse el
peinado más decoroso del momento.
También las burguesas adoptaron este peinado, que reflejaba el espíritu de sencillez que predominaba en el momento. Cubrirlo con el sombrero adecuado al salir a la calle se convirtió en el máximo adorno para estos moños sujetos en la nuca y a menudo cubiertos por redecillas.
Pero la auténtica revolución de la peluquería en esta época la provocó la aparición del agua oxigenada en 1867. Lo que hasta entonces habían sido recetas auténticamente peligrosas para la salud del pelo y el cuero cabelludo pasó a convertirse en un proceso de decoloración mucho más sencillo y seguro. La coloración vivió otro avance espectacular casi a las puertas del S.XX cuando aparecieron los primeros colorantes sintéticos. Y aunque sólo las clases más favorecidas hacían uso de ellos y que tampoco fueron recibidos con gran entusiasmo, significaron la primera semilla de un producto que sin duda ha evolucionado en 100 años más que ningún otro de los utilizados en esta profesión.
También las burguesas adoptaron este peinado, que reflejaba el espíritu de sencillez que predominaba en el momento. Cubrirlo con el sombrero adecuado al salir a la calle se convirtió en el máximo adorno para estos moños sujetos en la nuca y a menudo cubiertos por redecillas.
Pero la auténtica revolución de la peluquería en esta época la provocó la aparición del agua oxigenada en 1867. Lo que hasta entonces habían sido recetas auténticamente peligrosas para la salud del pelo y el cuero cabelludo pasó a convertirse en un proceso de decoloración mucho más sencillo y seguro. La coloración vivió otro avance espectacular casi a las puertas del S.XX cuando aparecieron los primeros colorantes sintéticos. Y aunque sólo las clases más favorecidas hacían uso de ellos y que tampoco fueron recibidos con gran entusiasmo, significaron la primera semilla de un producto que sin duda ha evolucionado en 100 años más que ningún otro de los utilizados en esta profesión.
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