Nunca antes se le dio tanta importancia a la indumentaria. Los años '30 son la década de la delicada elegancia, la sobriedad entendida como lujo y la inclinación por insinuar más que mostrar. La dificultad de los tiempos sumada al nacimiento de nuevos movimientos artísticos como el cubismo, impuso un ritmo tranquilo al vestuario femenino, entendido a través de líneas curvas que marcan la silueta de manera sutil, la irrupción del corte al bies y escotes poco pronunciados, aunque siempre sugerentes.
Hollywood,
  sin embargo, contradijo algunas de estas máximas y, con Ginger
  Rogers y Fred Astaire en la palestra, elevó las plumas
  de avestruz, las perlas y todo tipo de exageraciones
  a la categoría de glamour de película.Las
  pieles, incluso por encima de las joyas, se convirtieron en símbolo
  de opulencia. Las de zorro plateado causaron furor
  entre las damas de la alta sociedad, como también lo hicieron los
  sombreros ligeramente inclinados sobre el rostro, uno de los pocos
  complementos que pusieron un toque de diversión al armario de la
  mujer. 
  
La sofisticación en el cabello
  se traduce en peinados con ondas al agua, medias melenas -por
  debajo de las orejas- y recogidos que dejen al desnudo la verdadera
  personalidad de la mujer.
“La belleza no es un don, sino una cuestión de costumbre”, sentenciaba por aquel entonces Germaine Monteil, fundadora de una empresa de cosméticos. Nace a partir de sentencias como ésta el gusto de la mujer por cuidar su físico de forma integral, mostrándose delgada, atlética y, sobre todo, femenina. El uso del maquillaje se torna imprescindible, cuando de emular al star system se trata.
“La belleza no es un don, sino una cuestión de costumbre”, sentenciaba por aquel entonces Germaine Monteil, fundadora de una empresa de cosméticos. Nace a partir de sentencias como ésta el gusto de la mujer por cuidar su físico de forma integral, mostrándose delgada, atlética y, sobre todo, femenina. El uso del maquillaje se torna imprescindible, cuando de emular al star system se trata.
En lo que al cabello se refiere, una buena
  forma de imprimirle ese aire de artificiosa feminidad se consigue
  con la composición volumétrica. Nada amigos del look cara lavada,
  estos recogidos son capaces de devolver a la mujer actual ese halo
  de sofisticación y exhuberancia del que se ha adolecido en los
  últimos años. 
  
En términos cinematográficos, la exageración
  nunca ha estado de más cuando de sublimar, elevar y potenciar se
  trata. 
  
Las maneras de Marlene Dietrich y Greta Garbo
  han sobrepasado épocas y modas hasta llegar a hoy convertidas en
  iconos de las femme fatales. Habituales
  protagonistas del cine negro, su singular belleza perdura envuelta
  en clichés y leyendas que, cintas como La Dalia Negra
  ayudan a prolongar. Una buena muestra de lo imperecedero de este
  estilo lo encontramos en la actriz Scarlett Johansson, considerada
  por muchos una de las actrices más sexys del momento. 
  
En papeles de espía, detective o amante impía, la femme fatale se sirve de todo tipo de armas para lograr sus objetivos. En la peluquería, como en el cine, el desafío está servido.
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